DJAMPA GYATSO NOS INTRODUCE AL BARDO (VI)

Djampa Gyatso continúa con esta profunda enseñanza de Dudjom Rimpoche. Veamos el último bardo: 

6. EL BARDO KÁRMICO DEL DEVENIR

Aquí tiene lugar la separación de la mente y el cuerpo. Puesto que la mente está ahora separada del cuerpo, no tiene ya un soporte físico. El cuerpo físico burdo ya no está y sólo hay un Cuerpo sutil hecho de luz. Este cuerpo sutil carece de las sustancias esenciales recibidas del padre y la madre, y consecuentemente el difunto ya no percibe la luz del sol y la luna. Sin embargo, hay una especie de luminiscencia tenue, una energía mental emitida por el cuerpo de luz. Esto crea la impresión de que uno puede ver su camino. Además, todos los seres que están errando por el bardo del devenir pueden también verse y escu-charse unos a otros. Otro aspecto de este bardo es que cuando la consciencia del bardo desea ir a algún sitio, está presente instantáneamente en ese sitio. Los únicos que le están vedaos son el seno de su futura madre y Vajrasana, el lugar sagrado donde todos tos budas alcanzan la iluminación. El ser del bardo es un «cuerpo mental», por eso está presente en un sitio en cuanto piensa en él.

La mente del difunto posee también cierta clarividencia, aunque tiznada de emociones conflictivas. Sabe lo que otras Personas están pensando. Una persona que acaba de morir puede percibir cómo otros están usando las posesiones que ha acumulado en el transcurso de su vida y lo que están pensando y cómo están efectuando las prácticas virtuosas para su beneficio. El vivo no ve al difunto, pero el difunto puede percibir al vivo. Los seres del bardo se reúnen y juntos sufren las sensaciones de hambre y sed, calor y frío. Experimentan un sufrimiento intenso cuando vagan por el estado intermedio. De hecho, aquellos que vagan en el bardo son los que apenas han practicado acciones virtuosas en sus vidas, pero que al mis-mo tiempo tampoco han acumulado demasiadas acciones negativas. Los seres que han cometido grandes acciones negativas no llegarán a experimentar el bardo del devenir. Tan pronto como cierran sus ojos al morir, llegan instantáneamente a los reinos inferiores. Por otro lado, aquellos que han acumulado grandes méritos llegan de repente a una tierra pura. Sin embargo, en general, aquellos como nosotros, que ni son grandes pecadores ni grandes santos, tendrán que experimentar el bardo del devenir, y éste no es nada más que sufrimiento. Por otro lado, el difunto puede ser protegido de los horrores del bardo y obtener la liberación. Esto sucederá si esa persona ha efectuado muchos actos meritorios, ha hecho ofrendas a las Tres Joyas, ha dado limosnas a los pobres y demás; y si otros han construido el mandala de las deidades pacíficas y airadas, hecho el ritual en el que se quema un trozo de papel con el nombre escrito de la persona fallecida y se ha otorgado la iniciación que guía a la consciencia del difunto a destinos superiores. Es como si una multitud se abalanzase al mismo tiempo para coger y salvar a alguien de caer por un precipicio. Por eso se dice que debemos efectuar numerosas acciones positivas para el beneficio de los difuntos. Durante los primeros veintiún días después de la muerte, el difunto tiene el mismo tipo de percepciones que tenía durante su vida. Tiene la impresión de tener el mismo cuerpo y mente que antes, y percibe los mismos escenarios que experimentó en vida. Después, empieza a tener percepciones relacionadas con el lugar donde renacerá en la próxima vida. Por eso se dice que este pe-riodo de los cuarenta y nueve días —especialmente las tres primeras semanas— es muy importante. Durante ese periodo, si otros acumulan una gran cantidad de méritos para beneficio del difunto, se dice que incluso si ese ser en particular se encaminase hacia los reinos inferiores, la compasión de las Tres Joyas puede dirigirle hacia un destino superior. Después de este periodo, sin embargo, su karma le empujará hacia los reinos inferiores y, aunque la compasión de las Tres Joyas permanece inalterada, no tendrá poder para llevarle a un destino superior hasta que su karma negativo se haya agotado. Por lo tanto es importante acumular una inmensa cantidad de mérito para el beneficio del difunto. Los practicantes del Dharma, que están acostumbrados a practicar, reconocen cuando están en el bardo del devenir, que han muerto. Se dan cuenta de dónde están y recuerdan a su maestro y a su yidam. Rezándoles concentradamente, pueden renacer en alguna tierra pura, como Sukhavati, Abhirati o la Gloriosa Montaña de Color Cobrizo’. También es posible para un lama realizado convocar a la Consciencia del difunto a su nombre escrito y entonces indicarle el verdadero camino. Dando iniciaciones y enseñanzas, puede mostrarle el camino a una tierra pura, o al menos hacer que la Consciencia del bardo obtenga un nacimiento humano. Todo depende del karma, la aspiración y la devoción del difunto. De todos los bardos, el mas crucial es el bardo de la vida presente. Porque ahora, en el bardo de la vida presente, cuando debemos actuar y practicar bien para no tener que vagar los otros bardos. La sadhana del Gran Compasivo es la esencia misma de todos otros bardos. dos los sufras y los tantras. Guru Rimpoché la condensó como un método por medio del cual los discipulos que tienen conexiones con ese método pudieran renacer en Sukhavati. Después la escondió como una terma y fue el vidyadhara  Dudul Dorye, quien lo descubrió. Podemos decir que el adre y antepasado de las enseñanzas d p  todos los budas es el buda Sarnantabhadra Amitabha (que de hecho son uno mismo). Sin separarse jamás del espacio pacífico de su mente, el Buda Amitabha mira con incesante compasión a todos los seres de los seis reinos. De la irradiación de su amor surge Avalokiteshvara, el Gran Compasivo. Avalokiteshvara, o Chenresi, es la personificación espontánea de la palabra compa-siva de todos los budas. Ante Amitabha, prometió que hasta que los tres mundos se hubiesen vaciado de seres, él se abstendría de entrar en el nirvana y permanecería como un bodhisattva. Prometió, en otras palabras, que permanecería hasta que las mismísimas profundidades del samsara fuesen batidas y vaciadas de seres. Desde ese momento, con gran compasión ha guiado a los seres de los tres mundos a Sukhavati, la tierra pura de Amitabha. Según una leyenda, hubo una vez un momento en el que pensó que había completado su tarea y que el samsara se había vaciado. Pero se dio la vuelta y en ese instante vio que había exac-tamente el mismo número de seres —ni más ni menos— que había antes. Constatando que el número de seres en el samsara no ha-bía disminuido, se sintió muy abatido y pensó para sí mismo: «Nunca llegará el dia en el que ya haya llevado a todos los seres a las tierras puras». Así dudó de su compromiso de bodhichitta. Su cabeza estalló en once trozos y su cuerpo en mil pedazos. En ese mismo momento, el buda Amitabha apareció y le dijo: —Hijo de mi linaje, ¿es posible que hayas estropeado tu voto de bodhichitta? ¡Cultívala de nuevo y esfuérzate para el benefi-cio de los seres como hiciste en el pasado!—. Habiendo dicho esto, bendijo la cabeza fragmentada de Avalokiteshvara y los mil pedazos de su cuerpo. Avalokiteshvara apareció de nuevo con once cabezas y su cuerpo dotado de mil brazos, y en cada una de las manos apareció un ojo. Fue así como Avalokita fue bendecido con once cabezas y mil brazos con mil ojos con los que trabajar para el beneficio de los seres. Debido a su aspiración iluminada, sus mil brazos emanaron mil reyes Chakravartin, y de sus mil ojos aparecieron los mil bu-das de esta kalpa Afortunada. Todos estos mil budas se manifestarán gracias a la compasión de Avalokiteshvara.

(Dudjom Rimpoche: Consejos Esenciales. Editorial Dharma. ISBN: 978-84-96478-08-4)